The Pied Piper of Hamelin Once upon a time there was a city called Hamelin, in which all its inhabitants lived happily, until an invasion of harmless but annoying rats filled up all the streets and houses. The main problem of the rats was that they were eating all the crops and people were afraid of running out of reserves for the next few months. For this reason, the mayor of the city offered a reward to the person who managed to get rid of all the rats. Among those who appeared, stood out a Pied piper who vowed to end the invasion. The mayor accepted and the Pied Piper started playing his flute to try to attract the rats. Shortly after beginning to play his beautiful melody, one by one all the rats of the village began to follow him, so little by little, he got away from the city until he reached a river where the rats fell into. So then the Pied Piper came back to the city to collect his rich reward. As there was no problem anymore, the mayor and his councellors decided not to pay this good man who had helped them to eliminate this dangerous plague of rats. This made the Pied Piper very angry and decided that he would start playing the flute again, but on this occasion, it would be the children of the village who would follow him instead of the rats. And just as he thought, would happen: no matter how much the parents called their little ones, they ignored them. Finally, the Pied Piper went away, to a country where they all could play, sing and dance as much as they wanted. This is how the people lost their children, filling the population with sadness. This taught a great lesson to both the mayor and the villagers.
El Flautista de Hamelín Había una vez una ciudad que se llamaba Hamelín, donde todos sus habitantes vivían felices, hasta que llegó una invasión de ratas que llenó todas las calles y casas de estos inofensivos pero molestos animales. El principal problema de las ratas es que éstas acababan con todas las cosechas y la gente tenía miedo de quedarse sin reservas para los próximos meses. Por ello, el alcalde de la ciudad ofreció una gran cantidad de dinero a la persona que consiguiese deshacerse de todas las ratas. De entre los que aparecieron, destacaba un flautista que se comprometió a acabar con la invasión. El alcalde aceptó y el flautista empezó a tocar su flauta para intentar atraer a las ratas. Poco después de empezar a tocar su hermosa melodía, una a una todas las ratas del pueblo empezaron a seguirle de forma que fue alejándolas poco a poco de la ciudad hasta llegar a un río donde acabaron todas ellas en su fondo. Fue entonces cuando el flautista volvió de nuevo a la ciudad para cobrar su suculenta recompensa. El caso es que el alcalde y sus compañeros, a no tener ya el problema, decidieron no pagar a este buen hombre que les ayudó a eliminar esta peligrosa epidemia de ratas. Esto hizo que el flautista se enfadase y decidió que comenzaría a tocar de nuevo la flauta, pero en esta ocasión, los que le seguirían no serían las ratas sino los niños del pueblo. Y así como lo pensó, lo cumplió: por mucho que los padres llamaban a sus pequeños, ellos no hacían caso. Finalmente, el flautista consiguió llevárselos muy lejos, a un país donde podían jugar, cantar y bailar todo lo que quisieran. Así fue como el pueblo se quedó sin niños, llenando de tristeza a la población. Esto enseñó una gran lección tanto al alcalde como a los aldeanos.