The Wolf and the Seven Little Goats Once upon a time, there were seven little goats who lived in a hut in the middle of the forest with their mother. One day, she had to go out for food so she, very wisely, warned her children not to open the door to any stranger. The goats would know very well when their mother would come home, since she had a very sweet voice and the legs as white as the snow. Having warned them, she left shutting and locking the door. But the very wily wolf, who had heard everything, put his paws in flour to whiten them and ate egg whites to soften his hoarse voice. Then he came back, knocked on the hut and asked the little goats to open him up. They had a great shock when they opened the door and looked upon the beast that was waiting to devour them. Frightened, they ran to hide in different places in the house. The wolf, following each one of them, found them and ate them in a mouthful; Except for the little one who had managed to lock herself inside her mother's clock. So that when she came back and found her there, she quickly went out into the forest in search of the wolf. She found him asleep by the riverside, so she brought scissors, thread and needle and cut his gut open. Their children came out safely from the inside, so she refilled the belly with heavy stones and stitched it up again. When the wolf woke up, he felt so thirsty that he walked to the river, but the weight of his belly overcame him and made him fall and he drowned. And the little goats lived quietly and happily with their mother everafter.

El Lobo y las Siete Cabritillas Érase una vez, siete cabritillas que vivían en una cabaña en medio del bosque junto a su mamá. Un día, ella tuvo que salir por comida por lo que muy sabiamente les advirtió a sus hijos que no debían abrirle la puerta a ningún desconocido. Las cabritas sabrían muy bien cuándo su mamá volvería a casa, puesto que tenía una voz muy dulce y las patas blancas como la nieve. Hechas las advertencias, se marchó cerrando la puerta con llave. Pero el lobo, que era muy astuto y lo había escuchado todo, metió sus patas en harina para blanquearlas y comió claras de huevo para suavizar su ronca voz. Luego regresó, llamó a la cabaña y pidió a las cabritas que le abrieran. Grande fue el susto de ellas que, al ser engañadas y acceder a su petición, miraron a la bestia que aguardaba para devorarlas. Espantadas, corrieron a esconderse en distintos lugares de la casa. Y el lobo, siguiendo a cada una de ellas, las encontró y se las zampó de un solo bocado; excepto a la más pequeñita que había logrado encerrarse dentro de la caja del reloj de su madre. De modo que cuando regresó y la encontró allí, rápidamente salió al campo en busca del lobo. Lo encontró dormido a la orilla del río, así que trajo unas tijeras, hilo y aguja y le cortó la tripa. Salieron sus hijos sanos y salvos del interior, rellenó de nuevo la barriga con pesadas piedras y la volvió a coser. Cuando el lobo despertó, sintió tanta sed que caminó hasta el río, pero el peso de su barriga lo venció e hizo que cayera, muriendo ahogado. Y las cabritas pudieron vivir tranquilas y felices con su mamá a partir de entonces.