The true story of Newton and the apple The British Isaac Newton (1642-1727) is, without a doubt, one of the greatest names of the science of all times. Destined to be a simple farmer without vocation and with a misanthrope and solitary character, his genius overcame any vital inconvenience to become the father of the classical mechanics through the laws that bear his name, offering great advances on the nature of light and optics, developing infinitesimal calculus and, above all, establishing the basis of the laws of gravitation. When we talk about gravity, his image comes to mind, sitting under a tree brooding over life or possibly over the universe. When suddenly an apple falls from that tree and hits his head, then he quickly links what has happened to his previous studies and an idea develops that he will later analyse much more thoroughly and with new research. These investigations will bring with them a revolution in thought, an elegant theory able to explain in a better way the behaviour of the world and the universe: Gravity. However, we are not certain that it has happened in such a way. Who says it was that way? In fact, Newton did not leave anything written that proved so -or at least not so beautifully and surprisingly. However, the Royal Society of London works on digitizing the original writing to make it available to the public and then we will find out by ourselves that there was no apple falling onto his head to "light the bulb" as it appears in some versions of the story. This writing says that, in fact, in 1666, an apple detached from a tree at his mother's house, to be more exact. It was at the moment when he saw it fall, that he became interested in gravity, or better said, to perfect studies on it. This law would explain why the orbits of the planets around the sun are elliptical, why the moon provokes the tides and why the objects inevitably fall onto the ground.
La auténtica historia de Newton y la manzana El británico Isaac Newton (1642-1727) es, sin duda ninguna, uno de los grandes nombres de la ciencia de todos los tiempos. Destinado a ser un sencillo agricultor sin vocación y con un carácter misántropo y solitario, su ingenio venció cualquier inconveniente vital para convertirse en el padre de la mecánica clásica mediante las leyes que llevan su nombre, ofreciendo grandes avances sobre la naturaleza de la luz y la óptica, desarrollando el cálculo infinitesimal y, sobre todo, estableciendo las bases de las leyes de la gravitación. Cuando hablamos de gravedad, nos viene a la cabeza su imagen, sentado debajo de un árbol cavilando sobre la vida o sobre el Universo, probablemente. Cuando de pronto una manzana cae de ese árbol y le golpea la cabeza, entonces vincula velozmente lo que le ha pasado con sus estudios previos y surge una idea que después analizará mucho más a fondo con nuevas investigaciones. Estas investigaciones traerán consigo una revolución en el pensamiento, una teoría elegante y capaz de explicar de mejor forma el comportamiento del mundo y el Universo: la gravedad. No obstante, no tenemos la certeza de que haya pasado de tal modo. ¿Quién asegura que fue de esa manera? En realidad, Newton no dejó ningún escrito que lo constatara -o por lo menos no tan bello y sorpresivo-. Sin embargo, la Royal Society de Londres trabaja en la digitalización del escrito original para ponerlo a disposición del público y entonces nos daremos cuenta por nosotros mismos de que no hubo una manzana cayendo sobre su cabeza que le “encendiera la bombilla”, como aparece en algunas versiones de la historia. Este escrito dice que, en efecto, en 1666, una manzana se desprendió de un árbol de la casa de su madre, para ser más exactos. Fue al verla caer cuando comenzó a interesarse en la gravedad, o mejor dicho, a perfeccionar los estudios sobre ella. Esta ley explicaría por qué las órbitas de los planetas alrededor del Sol son elípticas, por qué la luna provoca las mareas y por qué los objetos caen irremediablemente al suelo.